La definición etimológica del término PRERREQUISITO hace alusión a la circunstancia o condición necesaria previa para algo, en consonancia con esta explicación general y adelantándonos a una futura conclusión, podemos afirmar que el concepto de prerrequisitos de lectura y escritura es el conjunto de condiciones previas necesarias para que se pueda iniciar y desarrollar con éxito y eficacia la enseñanza y el aprendizaje de ambos procesos (Gallego, 2006). La importancia de detallar y definir cuáles son estos prerrequisitos reside en que nos permitirán conocer la secuencia en el desarrollo de la adquisición lectora, y de esta manera se podrán identificar a los estudiantes que presentan retrasos o déficits en este desarrollo y que, por ende, necesitarán de una intervención temprana que prevenga de futuras dificultades lectoras (Beltrán, López-Escribano y Rodríguez, 2006).

Acerca de la denominación del término prerrequisito, Sellés (2006:2) sostiene que inicialmente se utilizó el de madurez lectora, refiriéndose al momento adecuado para comenzar la ‘instrucción formal’ de la lectura y la escritura abarcando, asimismo, las habilidades o procesos que deben tenerse adquiridos para aprender a leer y a escribir de forma eficaz. Con el paso del tiempo el concepto quedó obsoleto por su falta de fundamentación teórica y por la inefectividad de las evaluaciones y tratamientos realizados, sobre todo por los problemas metodológicos que establecían relaciones causa-efecto con procedimientos meramente correlaciónales (Alegría, 1985; Sellés, 2006). Todo ello ha ocasionado que a día de hoy se abogue por el uso del término prerrequisito en lugar de madurez lectora, por lo que de forma implícita el primero debe incluir, además, el momento más apropiado para el inicio del aprendizaje de la lectoescritura. En este sentido creemos que es necesario aclarar que, aunque el primer acercamiento del niño a la lectura comienza con su primer contacto con los textos escritos, la enseñanza formal, así como el aprendizaje guiado y planificado, es una tarea que ha de realizar la escuela, ya que es la encargada de que el estudiante evolucione de los usos coloquiales y espontáneos, tanto de la lengua oral como de la escrita, al aprendizaje de ambos en su aspecto formal y correcto.

En términos generales y siguiendo a diversos autores (Goodman, 1982; Ausubel, 1990; Teberosky, 1992), en el ámbito educativo es fundamental partir de la experiencia previa del alumnado, de los conocimientos y aprendizajes que ya posee, ahora bien, en el caso del inicio del aprendizaje tanto de la lectura como de la escritura, se convierte en una condición fundamental el hecho de que el niño disponga y haya adquirido una serie de habilidades y conocimientos previos para asegurar un correcto y óptimo proceso de dichos aprendizajes. Estos prerrequisitos se convertirán en instrumentos que formarán parte de los conocimientos del alumnado y que le permitirán afrontar, en la mayoría de los casos, el aprendizaje del nuevo contenido. A este respecto es importante destacar, como acertadamente puntualiza Gallego (2006), que el aprendizaje formal tanto de la lectura como de la escritura requiere una instrucción planificada, y en ningún caso estos prerrequisitos por sí solos bastan para que ambos aprendizajes aparezcan o avancen. El docente habrá de poner en práctica las estrategias necesarias y deberá organizar y planificar, en consecuencia, la enseñanza del nuevo contenido para crear situaciones óptimas de aprendizaje.

Hoy en día no existe un consenso claro acerca de cuáles son estos prerrequisitos, es por ello por lo que en la literatura en algunos casos se priorizan los factores emocionales y cognitivos, en otros se hace un mayor hincapié en el desarrollo de la motricidad o en la adquisición de la conciencia fonológica, y así, un largo etcétera, lo cual evidencia que, a pesar de la importancia que poseen los conocimientos previos para el inicio de la lectura y la escritura, este es un concepto cuestionado y que aparece de forma muy escasa en la bibliografía de investigación como tal (Ramos, 2004; Gallego, 2006). Diversos autores, entre ellos Gallego (2006), sostienen que este hecho puede deberse, entre otras razones, a que el término prerrequisito en este ámbito ha ocasionado que se haya interpretado de una forma extensiva, lo que ha contribuido, en palabras del autor, “a su imprecisión y escasa utilidad”.

En este apartado vamos a desarrollar los que nos parecen más significativos o presentan una mayor incidencia y por tanto en los que se basa el programa.

  • Percepción y desarrollo motor
  • Atención
  • Memoria

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